sábado, 23 de enero de 2016

Opinión: ¿La SUNAT realmente es una entidad maléfica para los contribuyentes del país?

De acuerdo con un editorial publicado por el Diario El Comercio, la actual campaña electoral parece haber encontrado un blanco perfecto de ataques certeros hacia la labor que cumple la Superintendencia Nacional de Aduanas y Administración Tributaria (SUNAT). Así, algunos candidatos presidenciales van sumando epítetos cada vez de mayor calibre contra la labor que cumple esta entidad recaudadora de los tributos nacionales.

Los renovados epítetos contra la SUNAT
Definitivamente los calificativos que se expresan en las últimas semanas muestran una visión de malestar y desprecio por la actividad desarrollada por esta entidad pública. Como lo recoge el Diario El Comercio, “la“maldita Sunat”, del ex presidente Alejandro Toledo, ha cedido terreno en estas semanas a la “sanguijuela” que “persigue a los pequeños y microempresarios”, del ex presidente Alan García. Nano Guerra García, por su lado, le ha declarado “la guerra” a una institución que promete “reventar” en caso llegue a Palacio de Gobierno”.

 
¿Por qué se percibe que la SUNAT es una entidad maléfica para los contribuyentes del país?
Como se sabe, las entidades recaudadoras de impuestos no son precisamente las instituciones más amadas por los ciudadanos en cualquier país del mundo. En este sentido, no debería sorprender que la SUNAT tampoco goce de especial cariño en nuestro país.

Sin embargo, en el caso peruano la situación es más grave por cuanto nuestro país afronta uno de los escenarios de informalidad económica más acentuados en América Latina, con una población que vive fuera de los circuitos formales y que según algunos analistas representa más del 70% de la economía nacional.

Esto quiere decir, en pocas palabras, que la labor de recaudación de impuestos que cumple la SUNAT en el país, en el mejor de los casos, se reduce a quienes trabajan y viven dentro del 30% de la economía nacional. Y este reducido porcentaje de ciudadanos y ciudadanas es el cual debe asumir con el pago de sus impuestos, a manera de una expiación de culpas inconcebible, los costos para el funcionamiento adecuado del total de las instituciones del país. El resto de la población, mientras tanto, vive al margen y a espaldas de esta realidad.

¿Cuál es la verdadera causa del problema?

Por lo tanto, es matemáticamente incuestionable que la presión tributaria que debe soportar este reducido porcentaje de la población económicamente formal en el Perú es muy alto. Este porcentaje, inclusive, está muy por encima de lo que ocurre en otros países del continente donde los porcentajes de informalidad son precisamente inversos a la realidad peruana.
Así, según la Cámara de Comercio de Lima, la presión tributaria que ejerce la SUNAT sobre el sector formal peruano asciende a 39,8%, lo cual representa uno de los porcentajes más altos en América Latina.
En este sentido, la percepción generalizada sobre la labor recaudadora que cumple la SUNAT, visualizándola como una entidad maléfica que emplea medidas abusivas y arbitrarias que dañan la capacidad empresarial de este reducido grupo de ciudadanos que vive en la formalidad económica del país, es una situación perfectamente explicable.

¿La informalidad económica del Perú es una maldición divina?
Frente a este panorama, llama la atención que los candidatos presidenciales solo se limiten a expresar su repudio frente a la labor que debe cumplir la SUNAT en este contexto, como si el verdadero problema de fondo, relacionado con la informalidad en que se desenvuelve más del 70% de la economía del país, fuese un castigo divino que no pudiese ser superado o cambiado.

No olvidemos que en los últimos años se han empezado a definir políticas de estado que buscan establecer metas para superar gradualmente la pobreza en el país, considerado uno de los grandes flagelos que padecemos. Sin embargo, parece que aún no emerge la clara consciencia entre los candidatos sobre el establecimiento de urgentes políticas de estado de mediano y largo plazo que busquen superar otro de los graves flagelos nacionales: la informalidad económica. 

Por lo tanto, los candidatos presidenciales deben tener clara la situación que solo en la medida que se logren definir políticas de estado destinadas a la superación de la informalidad económica para que sean respetadas por los diferentes gobiernos de turno en períodos de por lo menos 15 ó 20 años, se asegurará la progresiva incorporación de millones de nuevos contribuyentes a la estructura de la SUNAT. Esta es la verdadera fórmula que permitirá superar radicalmente este problema de injusticia que se comete a diario, a vista y paciencia de todos, contra un reducido grupo de contribuyentes que han decidido apostar por la formalidad económica en el país y que por ello se ven obligados a subvencionar al gran porcentaje que se encuentra sumido en la informalidad. 
 
La solución depende de decisiones y compromisos concretos
Queda claro entonces que solo en la medida que la presión tributaria gradualmente se haga más extendida a nuevos contribuyentes se empezará a corregir de manera efectiva la perniciosa espiral que ha marcado desde hace muchas décadas la exclusión económica en la que actualmente vive un porcentaje mayoritario de la población peruana.
Mientras ello no ocurra, y los candidatos se sigan desgastando en epítetos que no conllevan propuestas de políticas de estado claras y definidas para corregir este problema histórico de la economía nacional, el papel que le tocará cumplir a la SUNAT seguirá siendo verdaderamente maléfico para el reducido grupo de contribuyentes formales.
Y es que la exigencia que actualmente recae sobre el pequeño grupo de contribuyentes formales para solventar la totalidad de los ingresos que el país necesita es un acto de arbitrariedad injustificable que no puede sostenerse bajo ningún punto de vista.

La acción de la SUNAT se sigue circunscribiendo a un pequeño grupo de ciudadanos que se encuentra participando del circuito formal de la economía nacional. Foto: Perú 21
 

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