En una reciente
nota de prensa, la Asociación de Bancos del Perú (Asbanc) informó que se
planteará la reducción de dos puntos porcentuales del IGV en los pagos de
cualquier compra de producto o servicio que se realice con las tarjetas de
crédito y débito, con el objetivo de contribuir con la formalización de la
economía.
Esta propuesta,
que actualmente se viene trabajando a nivel de la Comisión Nacional de
Inclusión Financiera, buscaría replicar experiencias favorables ocurridas en
otros países latinoamericanos donde, tras aplicar esta medida, las compras
realizadas con las tarjetas se elevaron anualmente entre 10% y 20% .
Como se ha
indicado, el objetivo principal de esta medida estaría orientado a contribuir a
mejorar los niveles de formalización de la economía nacional, siguiendo una
lógica muy simple: si un mayor número de operaciones quedan registradas en el
sistema, los niveles de formalización económica en el país deberían aumentar
naturalmente.
Sin embargo, no
perdamos de vista que los efectos de este tipo de medidas son muy limitadas si se busca
superar realmente los bajísimos niveles de formalización de la
economía peruana. Suena paradójico que se haya tenido que esperar que este tipo
de medidas produzcan un buen resultado en otros países de la región, como es el
caso de Argentina y Uruguay donde, por cierto, los niveles de informalidad
económica son mucho menores que en el caso peruano, para recién reaccionar y
proponer alguna medida similar para el caso nacional.
Sin restar
méritos al impulso de este tipo de iniciativas privadas, no debe olvidarse que
uno de los grandes problemas de la economía peruana es que no logra generar los
mecanismos inclusivos para que cada vez más personas se sientan atraídas para
participar de las ventajas de los circuitos económicos formales. Por eso es que
a pesar de los altos niveles de crecimiento económico que se experimentaron en
los años anteriores, los resultados en general siguen siendo adversos al
momento de comprobar cuántos peruanos realmente han salido del histórico túnel
de la informalidad económica.
Así, no olvidemos
que actualmente casi el 70% del mercado laboral nacional continúa desenvolviéndose
en la informalidad, mientras que los cálculos más optimistas estiman que
alrededor del 35% del PBI nacional todavía está en manos de la economía
informal. Es decir, a pesar del crecimiento económico por encima del 5% de los
últimos años, el sector informal también ha mantenido paralelamente sus lamentables niveles
de crecimiento, postrando a millones de personas en las garras del más terrible subdesarrollo económico. En pocas palabras, esto significa que los porcentajes de la informalidad en el
país no solamente se han mantenido sino que, incluso en algunos casos, se han
incrementado considerablemente, negando a un altísimo porcentaje de la población a la posibilidad de acceder a los beneficios de cualquier tipo de tarjeta de crédito o débito
Frente a ello
hagamos el esfuerzo por analizar el asunto en perspectiva. Tengamos en claro que medidas como las propuestas por Asbanc sólo
implicarán pequeños esfuerzos impulsados desde el sector privado para afrontar un grave problema estructural frente
al cual, lamentablemente, el Estado peruano hasta el momento no logra articular
políticas claras de mediano y largo plazo.
Una reciente propuesta de la Asociación de Bancos del Perú buscaría que se reduzca en 2% el IGV para las transacciones que se realicen con tarjetas de crédito y débito. Foto: Diario Gestión de Lima |
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